viernes, 30 de septiembre de 2011

Columna Quimera: Microempresas, empleos y salarios

Atrás quedó el presidente del empleo, a la distancia se ve como una promesa más de las que los políticos no se hacen responsables, en este caso el Presidente Felipe Calderón, lo que ya podemos confirmar es que este sexenio será el del desempleo y la precariedad.

Los micronegocios son los que más empleos generan en México, representan actualmente el 41.65% del empleo nacional, a pesar de la difícil situación económica que atraviesan y de los grandes rezagos que tienen. En menor medida se encuentran las pequeñas empresas que representan a nivel nacional el 15.03% del empleo, mientras que la mediana empresa genera el 9.53% de los empleos, en contraste, la gran empresa  aporta apenas el 7.84% del empleo, no obstante que cuenta con grandes beneficios fiscales y tecnología de punta, lo que le permite acaparar gran parte del mercado. Vemos cómo la política económica ha favorecido y favorece en gran medida a este sector, aun cuando sus aportes no son los más significativos ni en impuestos, ni en empleos, podemos decir que el Gobierno Federal apoya a las grandes empresas y estas no hacen lo mismo con el país.

Quienes han cargado con el peso de las recurrentes crisis y de la adaptación de la economía a las necesidades del gran capital, han sido, sin duda alguna, los trabajadores, que viven de un salario, pequeños comerciantes, y micro y pequeños empresarios cuyas ventas han disminuido llevándolos a la quiebra, generando un gran desempleo que se refugia en la informalidad o en el subempleo y la migración, en el mejor de los casos, y en el peor, en la delincuencia organizada. Los salarios han perdido de 1976 a la fecha poco más del 80% de su poder adquisitivo, en particular el salario mínimo es absurdamente bajo y notoriamente insuficiente para cubrir las necesidades mínimas de una persona y, mucho menos de una familia, aunque el ex secretario de hacienda afirme lo contrario. 

Al hacer el análisis de la evolución de los salarios que reciben los trabajadores en el actual sexenio, tomando las cifras al IV trimestre de cada año hasta el segundo de 2011, se puede observar que los mexicanos que perciben un salario mínimo han disminuido un poco desde el inicio de la administración, pero aumentaron en este reciente trimestre constituyendo el 12.1% de la PEA ocupada; los que reciben más de uno y hasta dos salarios mínimos (S.M.), han crecido considerablemente en todo el periodo sexenal, pero registran una ligera disminución en este trimestre constituyendo el 22.6% actualmente, lo que significa además, que es el rango con la mayor concentración de trabajadores; los de más de dos hasta tres también han ido a la alza en el lapso sexenal al igual que en el presente trimestre, abarcando el 21.87%; el de más de tres hasta cinco apenas se ha elevado durante el sexenio, así como en el trimestre analizado; los que perciben más de cinco S.M. y que se convierten, en este contexto, en verdaderos privilegiados, han tenido una drástica disminución en la presente administración federal, aunque una ligera alza en el trimestre respecto del anterior y su significado porcentual es de apenas 8.44%, (3’ 913, 553 mexicanos).

Podemos decir que los salarios se concentran en los que ganan entre uno y tres salarios mínimos, que agrupa al 57.29%; otro porcentaje de 17.52% se diluye entre los que no reciben ingresos y los no especificados, sumando así el 64.81%.

En resumen: son más de 26 millones los trabajadores que laboran en condiciones de informalidad, precariedad, y subempleo, por lo que es muy difícil pensar que este será el sexenio del empleo y ni soñar con fortalecer el mercado interno e incrementar el porcentaje de crecimiento económico.
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Columna Quimera: Hasta donde Pemex alcance

Año con año se evalúan los criterios sobre los cuales debe aprobarse el presupuesto de egresos para el ejercicio fiscal del próximo año.  Vemos posiciones encontradas que marcan el rumbo de las discusiones, posicionamientos partidistas y debates estériles es por lo que se  caracterizan este proceso. Las negociaciones del presupuesto son aún más complicadas, porque es el último año de gobierno de la actual administración, es un año de elecciones y hay un deseo de todos los partidos de obtener el mayor beneficio posible.

Los gobiernos de los estados por ejemplo, han pedido un incremento en los recursos, para paliar un creciente endeudamiento, además de financiar el desarrollo y crecimiento de cada región.

Los temas centrales en las discusiones que tendrán lugar en próximas fechas para la construcción y aprobación del presupuesto de egresos 2012, deben centrarse principalmente en la disciplina fiscal, la vigilancia y cuidado del déficit público, que se vuelve esencial para el buen tránsito hacia la consolidación de la recuperación económica y el crecimiento.

En el tema de recaudación, el debate puede centrarse en la reducción o no de los impuestos, lo cual por supuesto tendría tintes electoreros. Es indispensable pensar en verdaderas reformas que permitan una ampliación de la base de contribuyentes, para fortalecer la recaudación. En el tema del desempeño económico; los acontecimientos sufridos por los países a nivel global, economías golpeadas por la crisis financiera están en un proceso paulatino de recuperación.

En el caso de México las expectativas de crecimiento económico se han revisado a la baja, el más reciente dato publicado por el INEGI, muestra un crecimiento de 3.32 por ciento durante el segundo trimestre de 2011 respecto el mismo periodo del 2010; éste debe ser uno de los factores principales a considerar dentro de la construcción del próximo presupuesto; es decir, se debe alentar el gasto público para fortalecer los niveles productivos que se han mostrado en los últimos meses.
 Por otra parte y desafortunadamente hay que considerar la dependencia que tiene el presupuesto de ingresos respecto a la contribución del petróleo, lo cual hace que se convierta en un tema muy álgido en la discusión del presupuesto en el Congreso de la Unión.

Tema recurrente año con año, habrá dinero hasta donde llegue Pemex. La empresa  petrolera representa cerca de 33% de los ingresos del Estado. A partir de 2004, cuando se llegaron a producir 3.4 millones de barriles diarios de crudo, al pasar los años la producción se ha reducido hasta un nivel de 2.5 millones de barriles diarios, dado el agotamiento del yacimiento de Cantarell y la ausencia de nuevos yacimientos que lo compensen. Lo que ningún gobierno ha osado a medir científicamente desde los tiempos en los que Juan Ignacio Martí estaba en Hacienda, afecta la participación en los ingresos de muchos Estados y sin lugar a dudas tendrán impactos en las elecciones próximas del 2012.

Para la configuración del presupuesto del próximo año, debería de tomarse como prioridad la generación de más y mejores empleos, destinando los recursos públicos a incentivar el mercado interno, una forma puede ser, ejecutando las obras de infraestructura planeadas, incrementando el contenido nacional en las compras de gobierno, impulsando a la MIPyMES a sumarse a las cadenas productivas, incentivando la innovación y el desarrollo tecnológico, entre otras medidas que fortalezcan el desarrollo económico de la nación, y no sólo dependiendo de los recursos petroleros.
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Columna Quimera: México según Peña Nieto

Se fue Peña Nieto del gobierno del Estado de México y lo primero que hizo luego de salir de la casa de Gobierno fue dirigirse a Televisa, para decir que sí buscará ser candidato a la Presidencia. ¿Cuál es la herencia que deja? ¿Su proyecto de gobierno en el Estado de México dice algo sobre cómo actuaría si fuera presidente?
Según los resultados del último censo, el Estado de México es la entidad más poblada del país y la segunda que más aporta al Producto Interno Bruto (PIB) nacional, con 9.7%, de acuerdo con cifras del INEGI. Por estas razones, el Estado de México ejerce el mayor gasto de todas las entidades del país.

Para 2011 su presupuesto es de poco más de 148 mil 343 millones de pesos, cifra 1.8 veces superior a los recursos destinados a la Secretaría de Desarrollo Social federal.

Sin embargo, hasta 2010 el 42.9% de los 15 millones 175 mil 862 de mexiquenses vivían en situación de pobreza, esto es 6 millones 533 mil 700 personas, de esa cifra, el 8.2% de la población mexiquense se encontraba en pobreza extrema en ese periodo: 1 millón 240 mil personas, según el Coneval.

El PIB per cápita mexiquense al cierre de 2010 se ubicó en 81 mil 162 pesos (6 mil 424 dólares), según cifras de Banamex, mientras que el mismo indicador se ubicó en 116 mil 959 pesos para el promedio de México, lo que significa que un mexiquense es un 30% más pobre.

En materia de competitividad, el Estado de México se ubica dentro de las cinco entidades menos competitivas, sólo por encima de Tabasco, Chiapas, Guerrero y Oaxaca, de acuerdo con el índice de Competitividad Estatal 2010 del IMCO.

Es la sexta entidad con menor inversión por trabajador, con 3 mil 444 dólares por persona. El Edomex es el segundo con mayor índice de corrupción, según Transparencia Mexicana, sólo superado por Puebla. En el primer trimestre de 2011, la entidad se ubicó entre los 10 estados con mayor tasa de desempleo, con 6.2% de la PEA. El IMCO lo ubica como la tercera entidad con menor mercado hipotecario, con menor disponibilidad de capital, mayor costo en sus inmuebles y con menos líneas telefónicas fijas y penetración de telefonía móvil.

En Seguridad, por cada 100 mil habitantes registra 15 mil 800 delitos, lo que lo convierte en el cuarto estado con mayor incidencia delictiva en el país, reveló la encuesta del Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad 2010.

La entidad hasta hoy padece un serio problema de crímenes contra mujeres: con 950 casos desde enero de 2005 hasta agosto de 2010, marcada por una vigencia del autoritarismo y misoginia, siendo la segunda entidad del país (después de Chihuahua), con mayores problemas de género. También se coloca en el primer lugar en robo de vehículos, con 5 mil 500 unidades al cierre de mayo pasado, según cifras de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros; lo que representa el 21% a nivel nacional.

Finalmente, el dato de la SEP, que ubica al Estado de México como la entidad, por encima de Chiapas, Oaxaca o Guerrero, en la que más ha crecido el analfabetismo en los últimos ocho años, con el 15.6% de la población.

Esta es la herencia que presumirán, cuando inicie el registro de precandidatos en el PRI.
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lunes, 26 de septiembre de 2011

Plutocracia: la cara oculta tras la filantropía

Por Sam Pizzigati (*)

No todos los plutócratas conspiran en la sombra como los furibundos derechistas hermanos Koch. Debemos aprender a reconocer los golpes de estado más sutiles de la plutocracia. ¿Cuál es el mejor manual? La lucha por el futuro de la educación.

La primera gran irrupción de la palabra plutocracia en nuestra conciencia política nacional fue en el siglo XIX y el concepto sigue evocando hoy, más de un siglo después, las mismas imágenes de entonces.

Cada vez que se menciona la palabra plutócrata nos imaginamos a un banquero de Wall Street con los bolsillos rebosantes de billetes o a un magnate ladrón, rezongando el maldito lo público (public be damned) mientras amaña elecciones con una mano y quiebra sindicatos con la otra.

Algunos de nuestros plutócratas actuales (los multimillonarios hermanos Koch, por ejemplo) encajan bastante bien en esta imagen. Plutócratas tales como los Koch se deslizan entre las sombras, financiando a los políticos más reaccionarios y repulsivos de nuestra sociedad, mientras despotrican de los sindicatos, los impuestos y las regulaciones gubernamentales.

Pero no todos los plutócratas actuales escupen azufres libertarios o incluso flirtean, como han hecho los Koch, evocando eslóganes de nuestro pasado segregacionista.

De hecho, la mayor parte de nuestros mega ricos se parece bien poco a los hermanos Koch. Estos plutócratas ilustrados parecen estar más obsesionados con la filantropía que con los beneficios. Más que entre las sombras se deslizan entre las salas de juntas de las fundaciones, prometiendo ayudas, yendo de un simposio de altos principios a otro o proponiendo iniciativas que seguro traerán eficiencia e innovación a los problemas más acuciantes de nuestra sociedad.

Puede que éste sea el rostro futuro de la plutocracia, su verdadera apariencia en el siglo XXI. Pero, ¿qué hará tal plutocracia por nosotros y a nosotros? La arriesgada lucha actual por la reforma de las escuelas públicas norteamericanas nos da una pista.

El tema más candente entre los directores de los fondos de inversión libre de Wall Street actualmente no es la reforma financiera, apuntó el principal columnista político del Globe and Mail de Toronto, Konrad Yakabuski, a principios de mes. Es la reforma educacional.

Los multimillonarios, por supuesto, tienen todo el derecho, como ciudadanos, a abogar por cualquier postura o visión política a nivel público que elijan. Pero en una Norteamérica de profundas desigualdades, dichos multimillonarios no solamente tienen derechos. Sus enormes fortunas les otorgan un enorme poder, más que suficiente para imponer y no sólo abogar por sus posturas.

Unos pocos miles de millones de dólares provenientes de fundaciones privadas, invertidos estratégicamente cada año durante una década, han bastado , observa el analista en educación Joanne Barkan, para perfilar el debate nacional sobre la educación.

Tres fundaciones multimillonarias marcan las pautas: una financiada con la fortuna de Microsoft, otra con la de Wal-Mart y la otra con la del imperio de seguros AIG. Las fundaciones Gates, Walton y Broad no están siempre de acuerdo tras cada vuelta de tuerca en la política educacional, pero las tres siguen el mismo guión básico.

Las escuelas públicas americanas están malogrando a los estudiantes pobres, propone el argumento de este guión, porque hay demasiados profesores incompetentes al cargo de nuestras aulas. Debemos someter a los alumnos a test para identificar (y substituir) a estos educadores incompetentes. Debemos contratar docentes cualificados, pagarles extra si hacen bien su trabajo y seguir sometiendo a los escolares a test normalizados para asegurarnos de que estos profesores siguen realizando un trabajo efectivo.

Los sindicatos de profesores, continúa el argumento, se opondrán a estas reformas. Pero un verdadero reformista puede vencer a los sindicatos cerrando escuelas fracasadas , por ejemplo, y reemplazándolas por escuelas concertadas de iniciativa privada, financiadas con fondos públicos. Estas escuelas concertadas seguro tendrán éxito puesto que no deberán preocuparse por procesos a seguir, antigüedades o finuras contractuales del sindicato de profesores.

Todo este enfoque sobre la reforma escolar depende fundamentalmente de dos supuestos raramente defendidos. El primero: que los estudiantes pobres aprenderían mucho más si tan sólo tuvieran profesores más competentes. El segundo: que de los resultados de los test normalizados a los que se someten los estudiantes se desprenden las pistas necesarias para identificar profesores más capaces.

Sin embargo, un gran número de investigadores en educación independientes han expuesto repetidamente la vacuidad de ambos supuestos. Un sondeo reciente revela que el consenso de los investigadores concluye que es probable que la docencia sea responsable de alrededor de un 15 por ciento de los resultados de los alumnos.

Los factores extraescolares (la dinámica de la pobreza que abarca desde la falta de vivienda y el hambre hasta la inestabilidad doméstica o de barrio) tienen un impacto hasta cuatro veces mayor.

Los test normalizados pueden también regularse, apuntan investigadores como Dan Koretz de Harvard, inculcando a los pupilos estrategias de resolución de test que contaminan la capacidad de los examinadores para averiguar lo que los estudiantes realmente saben .

En caso de que el método de inculcar estrategias falle, hay tanto en juego que los test fomentarán de forma sistémica trampas y estafas (pagos extra según los resultados, ascensos). En Atlanta, Baltimore y Washington D.C., tres ciudades en las que las fundaciones multimillonarias ejercen una gran influencia, ha salido a la luz un gran número de escándalos relacionados con los test.

Dichos escándalos no han frenado la ofensiva multimillonaria sobre la reforma educacional. Tampoco lo ha hecho la ausencia significativa de resultados positivos por parte de distritos como Nueva York o Chicago, en los que los reformistas multimillonarios imperan.

Muy al contrario, a pesar de los funestos antecedentes de los multimillonarios, su enfoque a la reforma educacional se ha convertido esencialmente en la política oficial del Departamento de Educación de los Estados Unidos, y los distintos estados, para obtener nuevos fondos de ayuda federal, tienen que reformular sus leyes y regulaciones siguiendo las pautas que han estado promoviendo los mega ricos.

¿Qué significará todo esto para las escuelas en el futuro? Incluso algunos analistas conservadores, como Frederich Hess, miembro del American Enterprise Institute, advierten que se avecina un descarrilamiento.

El analista progresista Joanne Barkan, por su parte, ha explicado qué puede ocurrir si tal descarrilamiento se produce: un alto grado de adecuación de la docencia a los test, profesores desmoralizados, una corrupción desenfrenada por parte de las compañías privadas de gestión, miles de escuelas concertadas fracasadas y más escolares pobres con una educación deficiente.

¿Por qué no puede haber más personas que prevean el descarrilamiento? Los multimillonarios y sus fundaciones han contaminado el proceso político. Han socavado, con su esplendidez, la independencia de instituciones que deberían estar protegiendo el interés público.

Las fundaciones multimillonarias, explica Barkan, despilfarran subvenciones para grupos de investigación y expertos que examinan los programas que financian. Reparten aún más millones para que los canales de televisión adecúen sus programas y los informativos sus reportajes.

Además, muchas de las grandes empresas poseen un sector financiero interesado en apoyar la visión multimillonaria sobre la reforma educacional. El sistema de test normalizados que demandan los multimillonarios se ha convertido en una mina de oro. Un gigante de la industria de la educación, Pearson, ha recaudado 500 millones de dólares de tan sólo un estado, Tejas, destinados al contrato con el que pretende crear y administrar cinco años que hagan merecer los test normalizados.

Sin embargo, sugiere Dana Goldstein de la revista Nation, puede que los multimillonarios tengan razones más profundas para imponer su visión sobre la educación, para insistir tanto en que poner profesores más cualificados en las aulas norteamericanas puede ser la solución para superar el problema de la pobreza.

Si los Estados Unidos pudieran de alguna forma garantizar a los pobres una oportunidad justa de alcanzar el sueño americano únicamente modificando las políticas educacionales, observa Goldstein, quizás entonces no tendríamos que sentirnos tan condenadamente mal por tanta desigualdad, por las tasas impositivas bajas y las lagunas legales que benefician a los super ricos y nos impiden ampliar el acceso al cuidado infantil y a los cupones de alimentos.

Los contribuyentes financian más del 99 por ciento del coste del sistema educativo K-12, añade Joanne Barkan. Las fundaciones privadas no deberían manipular las políticas públicas en su lugar. Eso no es democracia, es plutocracia.


(*) Periodista editor de Too Much, un semanario electrónico sobre abusos y desigualdades publicado por el Instituto de Estudios Políticos, con base en Washington
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lunes, 19 de septiembre de 2011

Libro de la semana: A pesar de los dioses

  • A pesar de los dioses. El extraño ascenso de la India moderna. Edward Luce. Península. Barcelona, 2011. 448 páginas.

Dice el tópico periodístico que India es la democracia más poblada del mundo y, como todos los tópicos, éste también esconde una gran verdad. Con un sistema político heredado de los británicos, una clase media de 400 millones de personas, mayor que la población de Estados Unidos y diez veces España, una economía que crece a un ritmo del 8% anual y miembro del club nuclear, es quizá el país mejor preparado para situarse en el centro de gravedad del nuevo eje triangular del siglo XXI entre China y Estados Unidos. Pero, ¿cómo es, en realidad, esta nueva potencia donde convive la mayor riqueza (gran parte de los multimillonarios de los llamados países emergentes son indios) con la mayor pobreza (casi 300 millones de personas no tienen qué comer)? Más allá de los estereotipos difundidos en Occidente, nadie mejor que un inglés, Edward Luce, corresponsal del Financial Times durante cinco años y casado con una india, para responder a una pregunta clave en el futuro si se tiene en cuenta que, en 2032, India tendrá unos 1.600 millones de habitantes, superando al gigante asiático. En A pesar de los dioses, título inspirado en una frase del primer ministro tras la independencia, Jawaharlal Nehru, que escribió que "la religión ha sofocado y casi aniquilado nuestra originalidad de espíritu", Luce muestra cómo el capital intelectual y tecnológico y una pujante clase empresarial (una de cada cuatro empresas que se crean en Silicon Valley es propiedad de indios no residentes en Estados Unidos) han sabido imponerse al peso de los dioses, a "una sociedad extremadamente religiosa, espiritual y, a veces, supersticiosa" que desdeña el poder del dinero. El relato económico, pero también político y humano, lleno de anécdotas deliciosas, humor y respeto, no oculta las sombras del milagro indio: pobreza rampante, corrupción, fanatismo nacionalista hindú, contaminación y exceso de triunfalismo. Pero, pese a las desigualdades, y a la amenaza de Cachemira que exacerba la tensión con el vecino Pakistán, el autor concluye que el "extraño" auge de India ("una tortuga que acabará ganando a la liebre china") consiste en la combinación de la democracia liberal, con todas las peculiaridades del sistema de castas y la existencia de dinastías políticas hereditarias, con esa profunda espiritualidad que, habiendo sido su mayor hándicap, convierte al país en un caso insólito. "Alguien una vez me dijo: recuerda, la India siempre gana", escribe. Para Luce, que hace una extensa relación de problemas a resolver en el último capítulo en la mejor tradición de los funcionarios coloniales, un regalo de los dioses en estos tiempos que corren.
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viernes, 16 de septiembre de 2011

La tercera posición ante la crisis global

Por Gisela Carpineta


La era de la globalización terminó. Lo que se vive, especialmente a partir de la crisis financiera 2008-2009, es un tiempo de incertidumbre sobre las relaciones de poder en el mundo. La vacante que Estados Unidos empieza a dejar potencia no sólo a China como futura primera economía mundial, sino que también provoca alianzas entre naciones muy diferentes y, sobre todo, el fortalecimiento de distintos bloques regionales. La globalización, que pretendió dar cuenta del mundo después de la Guerra Fría, quedará asimilada al voraz período de hiperhegemonía de Estados Unidos. Una etapa que arrancó con el llamado Consenso de Washington, cuyo lanzamiento coincidió con el derribamiento del Muro de Berlín, en diciembre de 1989. En esos años, la Organización Mundial de Comercio, los tratados de libre comercio y los planes de ajuste del FMI permitieron al capital financiero y a un grupo de grandes corporaciones con actividades muy diversificadas derribar los otros muros, aquellos protectores de sectores industriales nativos así como las medidas que permitían proteger las exportaciones en beneficio de las cuentas de cada nación.

Ese capitalismo global no sólo sumaba a la ex Unión Soviética y al este europeo a sus negocios sino que hizo retroceder a los llamados países periféricos. En América latina el caso más duro fue el de México, que en 1994 se sumó al Nafta (siglas en inglés del tratado de libre comercio de Norteamérica) con un costo altísimo en materia de soberanía. El resto de las naciones al sur del río Bravo entraron, de diverso modo, en los planes neoliberales. El combo de privatizaciones, desnacionalización del petróleo y los recursos minerales y achicamiento del Estado provocaron que los noventa fueran los años que convirtieron al continente no en el más pobre (lugar que le quedó a África), pero sí el más injusto en la distribución de la riqueza.

Con Europa de socia en el asalto al este de Berlín, con el patio trasero domesticado y con China como un gigante que todavía no asomaba como un actor fundamental, los halcones de Estados Unidos asaltaron el poder global. Empezó con la elección de George Bush (h) y coincidió, por motivos que todavía resultan difíciles de desentrañar, con el ataque a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 por parte de Al Qaeda. Con la rapidez del rayo, las tropas de asalto norteamericanas fueron a Afganistán. En vez de consumar la cacería de Osama Bin Laden y retirarse, la ocupación militar de esa nación pobre e islamista lleva diez años. Más que la invasión a Vietnam de la que los norteamericanos se fueron derrotados. Afganistán es la cabeza de playa o eventual base operativa para cualquier conflicto futuro con las dos naciones emergentes –India y especialmente China- capaces de modificar radicalmente el mapa de poder en el mundo.

En esta década, Estados Unidos pasó de ser la primera potencia económica y militar a ser una nación con una economía devastada y un presupuesto militar en aumento. Si desde el fin de la Segunda Guerra (1945) hasta la implosión de la ex Urss (1991) la presencia militar norteamericana estaba enmascarada en la defensa de los ideales de Occidente, en los últimos veinte años no hay otro motivo que la defensa de los intereses de unas pocas corporaciones con base en los Estados Unidos. El sabotaje de los republicanos a Barack Obama no es para evitar su reelección sino para mostrar que los halcones son el brazo armado de esas compañías, cuyos intereses traspasan las fronteras de los 50 estados. Es más, está muy lejos de interesarles el futuro de los 14 millones de desempleados y el de otros tantos millones que no pueden hacer frente a sus deudas hipotecarias.
Debido al altísimo componente de especulación financiera del poder de estas corporaciones, el debilitamiento de Estados Unidos coincidió con la crisis de su principal socio comercial, la Comunidad Económica Europea. Para tomar dimensión de la importancia de esta alianza, no llegan al 20 por ciento de la población mundial pero concentran el 40 por ciento de los bienes y servicios que se producen en el mundo y más de la mitad del comercio exterior global. Difícilmente puedan ponderarse los riesgos y las alternativas que tienen otras naciones y regiones del planeta si no se comprenden el poder que todavía tienen así como la pérdida de iniciativa que evidencian quienes ocuparon el lugar hegemónico y central de los últimos veinte años.

El sur existe. La historia de las relaciones de naciones suramericanas con Estados Unidos, especialmente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, fue dependiente de los planes de dominación mundial establecidos por la Casa Blanca y el Pentágono. El caso argentino es sumamente aleccionador. El inicio de 1945 estuvo signado por la descarada campaña del embajador Spruille Braden en contra de Juan Domingo Perón. La diplomacia norteamericana no estaba dispuesta a soportar que el gobierno argentino (entonces encabezado, de facto, por el general Edelmiro Farrell y con una fuerte impronta del entonces coronel Perón) hubiera osado no firmar el Acta de Chapultepec que sí rubricaron el resto de naciones americanas y que era la aceptación lisa y llana de la doctrina Monroe al sur del río Bravo. Las naciones de mayor porte en aquellos años eran México, Brasil y Argentina. Las dos primeras se alinearon con Estados Unidos y declararon la guerra al Eje en 1942. Ambos países recibieron ayuda financiera y material bélico norteamericano. La Argentina, en cambio, mantuvo la neutralidad y recién rompió relaciones diplomáticas con Alemania, Italia y Japón a principios de 1944 y declaró la guerra en marzo de 1945. Nótese que el 1º de mayo las tropas soviéticas plantaban la bandera roja en el Reichstag, el Parlamento alemán sito en Berlín.

Esa actitud de soberanía no resultaba gratuita. Desde aquellos días, Argentina se convertía en la cueva de nazis más peligrosa del mundo y Perón en su malvado jefe. Casi como las cuevas afganas con los terroristas de Al Qaeda. Puede decirse, con razón, que Estados Unidos tiene una diplomacia inteligente para construir enemigos, aunque no existan. En este caso, sin exagerar, podría afirmarse que motivos no les faltaron. Mientras Franklin D. Roosevelt se paseaba en jeep revistando tropas brasileñas sentado al lado de su presidente, Getulio Vargas, los militares argentinos usaban unos cascos que parecían prusianos. Ese era todo el pecado. Eso sí, Brasil pagó caro su alineamiento, ya que los submarinos alemanes hundieron una buena cantidad de barcos mercantes.
Sellada la paz, y con el mundo dividido entre prosoviéticos y pronorteamericanos, la Argentina promovió la tercera posición.

En un imprescindible libro para entender la caracterización del Departamento de Estado sobre esa tercera posición, La Argentina y Estados Unidos, de Harold Peterson, el autor relata las dificultades económicas y financieras que, hacia 1947, pasaban la mayoría de los países del sur de América mientras que la Argentina gozaba de un momento de crecimiento con un modelo independiente. El autor menciona un artículo de The New York Times (14/10/47) que advierte que “sobre la cresta de una repentina prosperidad, Perón no dejó de aprovechar la coyuntura. Mediante acuerdos bilaterales, otorgó préstamos y créditos a largo plazo a sus vecinos Bolivia y Chile y a media docena de naciones europeas. Los voceros peronistas ya hablan del Plan Perón”. Más adelante, que en la conferencia de las Naciones Unidas sobre comercio llevada a cabo en La Habana a fines de ese año, el Departamento de Estado se mostraba preocupado –según Peterson– porque la Argentina no se había afiliado al Banco Interamericano de Desarrollo, ni al Fondo Monetario Internacional ni a la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y tampoco ratificaba el Acuerdo General de Tarifas Aduaneras y Comercio”.

Perón formulaba por entonces el Proyecto ABC (Argentina, Brasil y Chile). Con el seudónimo de Descartes, decía: “La Cruz del Sur es el símbolo de la América austral. Ni Argentina, Brasil o Chile aislados pueden alcanzar la grandeza. Unidos, en cambio, constituyen una entidad formidable a horcajadas de dos océanos. Desde allí, hacia el norte, se construirá la Confederación Sudamericana. Vinculados son inconquistables. Separados, indefendibles”.

Ese período apasionante de la historia suramericana merece ser revisitado en un momento como éste. El plan de Perón estaba enlazado con la determinación de avanzar en la sustitución de importaciones, pero el escenario internacional que encontró al asumir su segundo mandato (1952) era diferente. Ya no había un saldo tan favorable en la balanza comercial y, además, Estados Unidos había pasado la etapa del Plan Marshall destinado a la reconstrucción europea y miraba con determinación al patio trasero. El mismo Perón destacaba que con Chile podía avanzar. Ese mismo 1952 asumía Carlos Ibáñez la presidencia en ese país y mostraba entusiasmo en el Proyecto ABC. No pasaba lo mismo con Brasil. Getulio Vargas asumía su cuarto mandato en 1951 y pese a ser el presidente de los pobres no quiso asociarse al proyecto promovido por Perón.

Este escenario era leído atentamente por los opositores en la Argentina. Una lectura atenta del Segundo Plan Quinquenal indica que Perón, al mismo tiempo que jugaba sus fichas a la alianza regional para no entrar en la órbita imperial de Estados Unidos, preveía la necesidad de captar las inversiones externas en sectores claves de la industria pesada y la energía. Es muy reveladora la mirada de otro norteamericano, Carlos Solberg, autor de Petróleo y nacionalismo en la Argentina, ya que, entre otras cosas, el autor advierte cómo las empresas norteamericanas e inglesas no le vendían maquinaria y equipos que le permitieran a YPF avanzar en la exploración y explotación de las cuencas petroleras. Solberg destaca que “la nueva Constitución peronista (1949) declaraba que todos los recursos minerales eran propiedad inalienable de la Nación y otorgaba al Gobierno Central jurisdicción sobre todas las concesiones petroleras por primera vez en la historia”. Más adelante, afirma: “Decididos a oponerse a Perón a causa de sus supuestas simpatías fascistas, los Estados Unidos adoptaron una política que el secretario de Estado definió con estas palabras: Resulta esencial no permitir la expansión de la industria pesada argentina”. El funcionario en cuestión no era otro que el general George Marshall, el mismo que daba nombre al plan de ayuda a Europa.

No alcanza la ingenuidad principista para entender los contratos con una filial de la Standard Oil of California. La Tercera Posición fue una doctrina y Perón, además, era un político, un hombre que timoneaba el Estado en función de una relación de fuerzas que entraba en escenarios cambiantes. Se estrechaba el espacio para la Tercera Posición. Y fue una oposición sumisa a los consejos y mandatos del Departamento de Estado norteamericano la que promovió el golpe de 1955. Pasado más de medio siglo y ante un momento excepcional para la unidad suramericana es preciso entender que aquella postura de Perón es identitaria, constitutiva del Proyecto Nacional. Es preciso entender que aquella formulación tiene una historia y constituye un antecedente fundamental para comprender por qué no es un dato menor la relación estrecha que crearon Brasil y Argentina para consensuar planes regionales comunes. Unasur, Banco del Sur, obras públicas del Sur, cultura del Sur, no sólo remiten a los héroes de la Primera Independencia. Tienen un antecedente importante en los años de la Segunda Guerra y, en especial, a la década posterior al fin del conflicto.

Todos los esfuerzos de las dictaduras cívico-militares argentinas desde 1955 tuvieron el propósito de borrar de la memoria histórica esa Tercera Posición y mostrar sumisión a los mandatos del Departamento de Estado norteamericano. Brasil, por su parte, pudo mudar de la política popular de Vargas a la dictadura militar de 1964 sin variar su política pronorteamericana. Precisamente Joao Goulart, el presidente depuesto en aquel golpe, resultaba una rara avis porque se oponía abiertamente a ese alineamiento automático. Goulart se exilió en Uruguay pero también tuvo que mudarse de allí en 1973 cuando se consumó un golpe militar en ese país. Se mudó a la Argentina y murió a fines de 1976 en circunstancias que se investigan: podría haberse tratado de otra víctima del Plan Cóndor diseñado por el Departamento de Estado.

Precisamente, Goulart se asilaba en la Argentina apenas asumido Héctor Cámpora, quien daba la primera puntada al plan que Perón había pensado para volver a poner a la Argentina en un lugar en el mundo. Multilateralismo, participación en el Movimiento de Países No Alineados, fortalecimiento de las relaciones con Cuba, comercio con destinos no tradicionales y promoción de exportaciones de origen industrial fueron algunos de los ejes que Perón trató de poner en marcha. Para esto, no sólo Perón alentó la participación de los trabajadores organizados sino que también abrió las puertas a lo que pretendía ser el rearmado de una burguesía criolla con ambiciones de convertirse en una burguesía nacional. En ese sentido, la asunción de José Ber Gelbard como ministro de Economía era toda una definición. Gelbard presidía la Confederación General Económica, que nucleaba a pequeños y medianos empresarios más algunos de mayor peso. Una entidad que era la contracara de los ejecutivos que respondía a la Unión Industrial Argentina y que habían formado parte de todos los proyectos antinacionales. El plan era interesante. Pero el contexto era abrumador. No sólo por las turbulencias políticas internas. Así como 1973 era para la Argentina el año del fin de la proscripción del peronismo y de las elecciones democráticas, los países vecinos caían uno tras otro en manos de golpistas teledirigidos por el Departamento de Estado norteamericano. Uruguay en junio y Chile el 11 de septiembre.

Bolivia ya había caído dos años antes. Brasil desde 1964. En los funcionarios norteamericanos que diseñaban la diplomacia imperial resonaba la frase del general Marshall que indicaba impedir el desarrollo de la industria pesada. No sólo en Argentina sino en el resto del sur. Industria pesada quería decir soberanía.

Es posible que en los últimos años, los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner no hayan puesto hincapié en la formulación de frases o discursos que tengan verborragia antiimperialista. Sin embargo, un ejercicio para ver cómo ve a la Argentina la diplomacia norteamericana puede ser el de recorrer los documentos analizados por Santiago O’Donnell en su reciente libro Argenleaks. Como dice el autor, no cuenta sino que muestra los cables elaborados por los empleados de la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires durante los años en los que estaba al frente Anthony Wayne. Desde las peroratas de Héctor Magnetto para convencerlo de que la agenda política la marcaba Clarín hasta las advertencias de Domingo Cavallo de que la Argentina (2006) entraba en estanflación muestran que la Argentina era observada con la desconfianza de siempre por parte del Departamento de Estado, pero con una salvedad importante: la política exterior argentina se fue construyendo de lo pequeño a lo grande, evitó los desbordes verborrágicos, aprendió de unir fuerzas y de encontrar interlocutores hasta lograr recuperar sus historias de soberanía o, como fue en la mayoría de los casos, de luchas por conquistar la soberanía. Hoy, más allá del orgullo recuperado, puede afirmarse que la Argentina conquistó un lugar en el mundo como fruto de su propia política y de la mano de las políticas de las otras naciones suramericanas.

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miércoles, 14 de septiembre de 2011

El regreso de la pobreza

por Michel Wieviorka
Sociólogo, profesor de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París.

En el momento del nacimiento de la sociedad industrial en Europa, el tema de la pobreza –miseria, se la llamaba entonces– estaba aún muy presente, y las principales respuestas que suscitaba eran de orden caritativo y a menudo obra de las iglesias. A continuación, se desarrolló la idea de que la cuestión social no era tanto la de la pobreza como la de una relación de dominación donde se oponían los obreros y los dueños del trabajo. La explotación de los trabajadores se convirtió entonces en el gran asunto. La transformación quedó ilustrada de forma espectacular en la respuesta dada por Karl Marx a Joseph Proudhon, que publicó a mediados del siglo XIX Filosofía de la miseria y fue objeto de la réplica de Marx en un libro titulado Miseria de la filosofía. Ya no era el momento de tratar sobre la pobreza; de hacer caso a Marx, lo que había que hacer era aplicarse a desarrollar un conocimiento concreto y crítico del movimiento histórico y acabar con la "crasa ignorancia" y el carácter "pequeño burgués" del proceder de Proudhon.

En efecto, el siglo XX hasta la década de 1980 dio más bien la razón a Marx, al menos sobre ese punto. Dejando de lado un desempleo a menudo residual o las épocas de crisis, las sociedades industriales incluyeron a los obreros; y, si estos se movilizaron, fue más para denunciar la injusticia, incluso la brutalidad de las relaciones de producción, que la miseria o la pobreza. Los obreros podían definirse como proletarios, el discurso político podía hablar de su pauperización, pero el corazón de la cuestión social ya no se encontraba ahí: estaban ante todo dominados y explotados, privados del control que consideraban legítimo sobre las herramientas de producción, los frutos de su trabajo y, de modo más amplio, las orientaciones generales de la vida colectiva. El movimiento obrero no pedía tanto librar a los obreros de la pobreza como asegurarles la dirección de la historicidad, el control de la inversión, el gobierno de la sociedad. Y, si había que aportar respuestas a las dificultades propiamente económicas de la población, éstas no se esperaban tanto de las organizaciones caritativas como del Estado, que se suponía que debía asegurar la redistribución y contribuir a la justicia social (el Estado-providencia o Estado del bienestar). Por su parte, las capas medias, esa "pequeña burguesía" tan a menudo vilipendiada por los marxistas, se analizaron casi siempre a partir de una idea de polarización, pensando que oscilaban o vacilaban entre los dos campos del conflicto estructural, llamado por muchos de clase.

Entonces llegaron las décadas de 1980 y 1990, la salida de la época industrial clásica y con ella el declive del movimiento obrero, pero también la exclusión, la relegación en barrios que se volvían miserables y una no relación social que ocupaba el lugar de las relaciones de producción. El Estado de bienestar se fue destruyendo a medida que se desarrollaban las ideologías liberales y luego neoliberales que acompañaron ese movimiento de conjunto para justificarlo mejor. Se extendió el desempleo y, con él, la precariedad. Varios países occidentales conocieron entonces disturbios urbanos, se habló de guetos, se crearon o reforzaron organizaciones humanitarias para ayudar a mantener la cabeza fuera del agua a unas poblaciones en situación desesperada.

A partir del 2008, la crisis financiera y económica ha amplificado esta evolución hasta el punto de poder decir que hoy el principal drama social consiste en no ser explotado, estar sin trabajo o muy precarizado. En los países occidentales, no se percibió de forma inmediata que esas transformaciones ponían en entredicho de un modo fundamental la estructura social, quizá debido a que las instituciones encargadas de la redistribución o de la seguridad social fueron capaces de evitar lo peor.

Sin embargo, esa ya no es la situación. En todas partes, en Europa y fuera de ella, los informes presentan la misma constatación: la pobreza progresa masivamente, incluso en el seno de los países septentrionales. Lo medido en esos países es relativo, y el cálculo consiste por lo general en considerar los ingresos medios. La pobreza se sitúa en Europaa partir del momento en que una persona gana menos del 60 por ciento de tales ingresos. En otras palabras, hablar de pobreza es hablar de desigualdades. Y decir que aumenta la pobreza es decir que se incrementan las desigualdades. En toda Europa se impone hoy la misma constatación: los ricos son más ricos que antes, y los pobres, más pobres.

Y, en semejante contexto, quienes se encuentran en medio, las capas medias, se inquietan: ¿no están también ellas amenazadas, sobre todo en estos tiempos de crisis, y no corren también el riesgo de quedar atrapadas en la espiral de la caída social? Los que tienen más edad se preguntan por el futuro de sus hijos, que vivirán peor que ellos; y es también en el seno de esas categorías intermedias donde se encuentran con frecuencia los actores más activos en los movimientos de indignados.

Los años de neoliberalismo triunfal han engendrado desigualdades crecientes, una clase cada vez más numerosa de pobres que son también cada vez más unos excluidos, una clase de ricos muy reducida, y sin relación alguna que los vincule y oponga al mismo tiempo unos con otros, y unas capas medias inquietas. El capitalismo fabrica hoy miedo, rabia, repliegue, o también pulsiones nacionalistas y xenófobas o racistas; es mucho menos que ayer una relación social de dominación organizada en el trabajo, las fábricas y los talleres. Y las capas medias, tradicionalmente activas en términos políticos y culturales, se sienten también ellas abandonadas, rezagadas o al borde de la movilidad descendente.

En contra de lo que ocurría cuando una relación social fundamental estructuraba la vida colectiva a partir de una relación antagónica entre el movimiento obrero y el capital, ya no buscan el sentido de su acción junto al primero, que ya apenas existe, ni del segundo, que se ha alejado considerablemente de ellas. Se está insinuando una nueva estructura social marcada por fuertes desigualdades, la ansiedad de las capas medias y la ausencia de un principio central de conflictualización. Es lo que viene a decir, en última instancia, la constatación actual acerca del incremento de la pobreza.

La historia dirá si se trata sólo del final del proceso de descomposición de la antigua sociedad o del nacimiento de una nueva.



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viernes, 9 de septiembre de 2011

Columna Quimera: Y llegó el miedo

Primero fue la balacera alrededor del estadio de Torreón, luego la quema de un casino que ocasionó 52 muertos y la noticia ya ha dado la vuelta en todo el mundo. No es que los enfrentamientos entre grupos criminales y autoridades sean una novedad en México, la noticia es que ambos eventos fueron presenciados por miles de familias mexicanas en tiempo real y todos los medios (incluyendo aquellos con estricto contenido deportivo), transmitieron imágenes de pánico, donde quedó evidenciada la impotencia al no saber exactamente qué ocurría. Como decía el mayordomo Alfred en El caballero oscuro: el miedo, señor Wayne, es no saber qué pasa, es caer en manos de personas que sólo quieren mirar cómo se quema el mundo, porque con ellos no se puede negociar.

Una vez que la agitación terminó, las autoridades, sin tiempo para articular una explicación sobre lo ocurrido, sólo lograron coincidir en que el objetivo de los criminales no era atacar a la población, sino a un elemento de la policía y a un empresario con el que tenían cuentas pendientes.

Sin importar cuál fue la intención inicial, los actos en si podrían tener un alcance que va más allá del que han tenido los habituales enfrentamientos: generalizar la sensación de intranquilidad, usando para ello, el deporte, estos hechos demuestran la poca colaboración entre las autoridades federal y local: la pelota de la responsabilidad iba y venía en el discurso de las autoridades.

La disputa evidenció nuevamente un sistema de procuración de justicia desorganizado, sin capacidad de reacción y poco efectivo para controlar la sensación de pánico que se sembró al mismo tiempo en todo el país.
De nuevo, la flaqueza institucional no es la noticia, la novedad está en la gran publicidad y exposición mediática del evento.

El discurso oficial ha sido, desde el inicio de la guerra contra el crimen organizado, que la violencia sucede entre grupos criminales, que se encuentra contenida en ciertas zonas y, más importante aún, que si la población se mantiene fuera de esos espacios y dinámica, el riesgo de que tenga algún incidente (daño colateral) es remoto. Estos dos hechos descartan esa hipótesis y proponen una nueva: la violencia es aleatoria y la posibilidad de recuperar la tranquilidad en el país parece cada vez más remota.

El riesgo para los mexicanos se encuentra en el cambio de voluntad y que se vuelva una prioridad acabar con la inseguridad, aumentando la disposición a aceptar acciones de mano dura y “soluciones inmediatas” que, desde luego, no pasan por mejorar las capacidades de investigación o la cooperación institucional. Por lo pronto, es necesario el trabajar en protocolos de seguridad y reconocer que no se trata de hechos aislados, que parte de la estrategia de seguridad debe contemplar el combate al miedo y la modificación de conductas sociales, políticas y jurídicas.

Si bien el discurso parece ya no ser suficiente para algunas ciudades como Torreón, Veracruz o Monterrey, donde inclusive las escuelas realizan simulacros para enfrentar atentados, el miedo podría traer ventajas para quienes buscan legitimar la estrategia contra el crimen organizado, justificar la actuación del Ejército e, incluso, prescindir de algunos derechos civiles, si con ello, se logra restablecer la paz. Caminamos, en arenas sumamente movedizas y todo por que el miedo llegó.
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miércoles, 7 de septiembre de 2011

Columna Quimera: 2012: presupuesto sin visión

La presentación del paquete económico y financiero para 2012 por parte del Gobierno Federal se da en medio de una coyuntura complicada, ya que van a la baja todas las previsiones de crecimiento para la economía mundial de este año y el próximo, además de que existe una contaminación de las negociaciones debido a la elección presidencial en México.

Nuestra economía sigue siendo vulnerable ante cualquier perspectiva de desaceleración de la economía en Estados Unidos, las presiones por la turbulencia económica dejan a la nuestra, expuesta al impacto en las exportaciones, el turismo y las remesas, por ser las actividades que constituyen el principal vínculo económico con nuestros vecinos del norte.

En las últimas semanas, el Gobierno ha lanzado una serie de apoyos para reforzar sectores como el de infraestructura, el campo, y las pequeñas y medianas empresas (PyMES), ese fortalecimiento podría representar sólo un factor mitigante de corto plazo, pues no protege a la economía del choque externo, para conseguirlo es necesario fortalecer el mercado interno.

El Gobierno Federal deberá entregar su iniciativa de Ley de Ingresos y el Decreto de Presupuesto de Egresos 2012, a más tardar el 8 de septiembre, para que el Congreso lo apruebe antes del 15 de noviembre.

Según la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), el presupuesto para 2012, estará muy enfocado a la construcción de infraestructura, y en gasto de desarrollo social, como educación, salud, seguridad y en programas que apoyen el combate a la pobreza. Mencionan que de 2006 a 2011, estos rubros se han incrementado en aproximadamente 50, 120, 90 y 100 por ciento respectivamente.

Por medio de un documento que envió Hacienda al Congreso, se ha dado a conocer que los recursos para el Presupuesto de Egresos de la Federación de 2012 (3.67 billones de pesos) superarán por aproximadamente 236 mil millones de pesos al presupuesto en 2011, y que según las proyecciones económicas y presupuestales de la SHCP para el 2012, el paquete económico está estimando un crecimiento económico (PIB) del 3.6 % y un precio del barril de petróleo de 75.6 dólares.

Se contempla un aumento para distintos rubros dentro del proyecto del Presupuesto, por ejemplo, en términos de seguridad, el Programa de Implementación de la Reforma al Sistema de Justicia Penal espera un aumento de 87.2% y la Coordinación del Sistema Nacional de Protección Civil un 20%, mientras que se propone duplicar los recursos para la Administración del Sistema Penitenciario Federal, con un incremento de 107%. También se incrementará en 43.1% el presupuesto para las escuelas de tiempo completo y 12.7% para la producción de libros de texto gratuitos. En Salud, el mayor incremento (8.9%), se otorgaría al programa Seguro Popular con 67 mil 500 millones de pesos.

 En cuanto a las reducciones presupuestales, las mayores serán en programas como Procampo (con una disminución de 12%), en proyectos de infraestructura económica de carreteras (-24.9%), en el Programa de Desarrollo de Capacidades, Innovación Tecnológica y Extensionismo Rural (-34.2%), Deporte con una reducción prevista de 45.9%, y finalmente para los proyectos de infraestructura económica de carreteras alimentadoras y caminos rurales (-72%).

 Se espera que para el primer trimestre de 2012 se refleje la desaceleración de EU en la economía nacional, en este sentido, algunos actores de Gobierno han hecho referencia a que México posee un buen blindaje financiero, dada la línea de crédito flexible del FMI y los niveles de reservas internacionales, que ayudan a minimizar el impacto de la volatilidad en los mercados; sin embargo, se trata de una protección que queda en el marco financiero y no implica un “blindaje” a la economía real.

 Es por eso que el paquete económico para 2012 debe contener una política contracíclica que de prioridad al fortalecimiento del mercado interno, impulse el crecimiento, la generación de empleos y la protección social en todo el país, de lo contrario, el llamado “blindaje financiero” de México, será insuficiente para impedir una desaceleración en sectores clave de la actividad económica y una posible crisis, que no sabemos si los mexicanos resistiremos.

 Por lo pronto esas medidas preventivas no se ven por ningún lado y el 2012 nos empieza a mostrar un presupuesto sin visión de futuro.
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lunes, 5 de septiembre de 2011

La dimensión de la guerra

Por Adolfo Gilly (*)

Es sabido, en buena doctrina militar, que una nación no puede utilizar a su ejército en tareas de combate a la delincuencia sin condenarlo a la desmoralización y la destrucción.
La persecución y el control de la criminalidad es tarea de otro órgano del Estado: la policía. Esa tarea y este cuerpo tienen sus propias reglas, sus modos de investigación, persecución y regulación del crimen, así como su ámbito específico de actividad y responsabilidad.

Haber encargado, por las razones que fuere, la persecución al narcotráfico como tarea primordial del Ejército Mexicano, y haber confundido y fundido su actividad con la que corresponde a los cuerpos policiales, es una descomunal irresponsabilidad mido mis palabras por parte del gobierno federal. Haber convertido la represión de una actividad criminal como el tráfico de drogas en una guerra una guerra interna contra un enemigo impreciso, ubicuo y enmascarado que ha llevado a las corporaciones militares y policiales del Estado también a enmascararse es una consecuencia natural de esa irresponsabilidad.

Resulta así que el Estado nacional mexicano está en guerra por decisión exclusiva del Poder Ejecutivo. Está por lo tanto en una situación excepcional, la de un Estado que, en los hechos, actúa una y otra vez por encima y al margen de las normas constitucionales y legales que fijan y delimitan sus poderes y sus relaciones con la sociedad. La proyectada ley de seguridad nacional propone diluir y desvanecer aún más la existencia y la vigencia de dichas normas.

Es el reconocimiento suprajurídico de un ente, llamado El Narco, como un Estado paralelo con fuerza militar propia, con finanzas que operan dentro del circuito financiero legal y en sus márgenes, con capacidad y autoridad impositiva de hecho en regiones del territorio nacional, con un cuasi monopolio de la violencia ilegal, contraparte del monopolio de la violencia legítima que por definición corresponde al Estado nacional. Se trata de una imaginaria construcción del enemigo sobre duros hechos reales así interpretados, similar al Eje del Mal de Baby Bush, para justificar una política sin sustento y sin futuro.

Ese reconocimiento, sintetizado en la fórmula guerra contra el narcotráfico, nos coloca a todos dentro de una realidad brutal: la disputa entre organizaciones de múltiples actividades criminales, enfrentadas y enlazadas en una lucha violenta y sin límites, y empuja a las fuerzas armadas de la nación a involucrarse como parte de ese conflicto.

En esta guerra no se respetan normas jurídicas ni límites morales. El narco por naturaleza no lo hace, ya ni siquiera con los antiguos códigos de honor de las organizaciones mafiosas. El Ejército federal se ve arrastrado al mismo terreno y, quiéralo o no, termina moviéndose fuera de la ley en su propio país. No es la primera ni la segunda vez que esto sucede. Pero ahora se convierte en norma de conducta, en modo y en costumbre desesperada. Los responsables de este proceso en el gobierno federal están destruyendo la fuerza moral de ese Ejército, ya antes lesionada por su utilización en conflictos sociales y políticos interiores.

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Organizaciones armadas que por largo tiempo se combaten entre sí terminan asemejándose en métodos y costumbres. Cualquier novela policial muestra esta relación simbiótica entre los cuerpos policiales y el mundo de la delincuencia al cual la policía tiene que combatir, conocer, contener y regular. No se puede involucrar a un Ejército y una Marina nacionales en ese juego imposible e interminable sin pagar las consecuencias como nación y como sociedad y sin acabar desmoralizando, a la corta o a la larga, a los cuadros militares de cualquier nivel. Esto lo sabe bien y se abstiene de hacerlo Estados Unidos, cuyos gobiernos y cuyo ejército miran con sorna cómo el vecino México se adentra en ese camino, y hasta le dan su buena ayudadita.

La situación se agrava cuando las fuerzas armadas se ven obligadas por el gobierno federal a aceptar la intervención, y en muchos casos la tutoría técnica, de las fuerzas armadas del poderoso país vecino, Estados Unidos. Desde los tiempos de Porfirio Díaz, México rechazó esa dependencia, se negó al establecimiento de bases militares y navales extranjeras incluso en tiempos de guerra mundial y no envió a sus oficiales a recibir instrucción en Estados Unidos.

Esa tradición se ha disuelto. Hoy actúa directamente en nuestro territorio, con la aquiescencia y el beneplácito del gobierno federal, personal militar, policial y de inteligencia de la nación vecina.

Desde siempre, la política nacional de Estados Unidos en esta cuestión ha sido tratar de tener al otro lado de la frontera un Ejército mexicano débil y subordinado. No le basta la inmensa desproporción entre ambas fuerzas. Quiere, aunque sus gobernantes no lo digan, un Ejército convertido en constabularia, en cuerpos de policía temidos y odiados por la población, como la Guardia Nacional de Anastasio Somoza en Nicaragua o el ejército del sargento Fulgencio Batista en Cuba.

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Esa política ha pasado ya todos los límites. El Ejército federal de Porfirio Díaz, sin dejar de mantener sus intercambios con Estados Unidos (que no era la potencia actual), adquiría sus armas en la lejana Europa y allá iban sus oficiales. Hoy México depende de la potencia militar limítrofe, Estados Unidos. Pero sucede que la industria de este país también provee de armas al narcotráfico, y no sólo a través de la operación Rápido y furioso. Un mismo proveedor está surtiendo de material bélico a los bandos enfrentados en la llamada guerra del narco , un actividad comercial sin control tal como les conviene a la industria del narco y a sus diversos intereses colaterales en los mundos de las finanzas y de la política.

Por otra parte, por los canales intercomunicados del sistema financiero de Estados Unidos y de México circulan impunemente los miles de millones de dólares de esa industria que figura entre los primeros rubros de exportación de este México de hoy, mientras su Ejército está entrampado en una supuesta guerra sin sentido, sin enemigo ubicable y sin posibilidad alguna de éxito. Este es el estado de cosas que la estrategia del narco provoca y desea como cobertura de sus negocios y sus rentas a ambos lados de la frontera.

Desde el punto de vista militar y geopolítico, ¿qué mejor para Estados Unidos en tanto poder militar vecino cuya zona declarada de seguridad se extiende desde Alaska hasta el canal de Panamá, incluido el entero Caribe que un México débil politica, social y militarmente, donde las violencias paralelas del narco y el gobierno diseminen indefensión, resignación y miedo?

A ese país nos lleva, si no lo detenemos, el actual gobierno federal con sus otras múltiples guerras contra las organizaciones sociales y sus derechos y conquistas; contra las propiedades de la nación en el suelo, el subsuelo y el espacio aéreo; contra el SME, las comunidades zapatistas, las organizaciones comunitarias de Oaxaca, Guerrero, Veracruz, San Luis Potosí, Sonora, los mineros de Cananea, los pueblos de La Parota, y contra cuantos sectores organizados de la sociedad resisten el despojo territorial, salarial y social.

No es inevitable que así sea.
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